Muchos gobiernos municipales de Latinoamérica están potenciando diferentes proyectos colaborativos para implicar a las comunidades indígenas, en colaboración con comprometidos profesionales, para la recuperación de antiguas técnicas y el uso de materiales autóctonos, poniéndolos al servicio de la población, construyendo equipamientos comunitarios necesarios.
Estas políticas logran, además de cubrir las carencias urbanas, crear puestos de trabajo, pero sobre todo tratan de implicar a las comunidades en el desarrollo de la región, aumentando el sentido de pertenencia a la comunidad de la que son miembros. Una de estas admirables iniciativas colectivas es la que se está desarrollando en Otovalo, Ecuador, con la recuperación del cultivo de la totora y de las técnicas de su tratamiento para construir equipamientos comunitarios
La totora, del quechua t’utura, es una planta acuática similar al junco o a la espadaña, que se da en los esteros y pantanos de Latinoamérica, que tradicionalmente se ha usado en la construcción de las paredes y techos de los cobertizos, pero también se desarrolló su utilización en la construcción de embarcaciones. Las comunidades indígenas de los actuales Perú y Ecuador, tenían muy perfeccionadas las técnicas de su cosido.
En la localidad de San Rafael de la Laguna, de Otovalo, se está desarrollando un ambicioso proyecto de investigación de la totora, de las técnicas de utilización, así como de su aplicación a la construcción, por su resistencia y flexibilidad, implicando a las comunidades indígenas con las instituciones locales y con profesionales como “Archquid think-act tank”, que coordinan el diseño y ejecución de estructuras útiles y flexibles que den cobijo a diferentes actividades comunitarias.
Una de las iniciativas de este equipo ha sido el “Cubo de Totora”, un cubo perfecto de “3 x 3 x 3 metros”, que tiene cada cara dividida en nueve paneles, estando tejidos con diferentes composiciones y técnicas de cosido, cada una de los nueve partes, alcanzándose unos atractivos y expresivos efectos plásticos. Las diversas técnicas de cosido producen diferentes efectos de tamizado de la luz, que hace que cambie la percepción según nos vamos moviendo en su interior.
La estructura portante está hecha con madera de los bosques cercanos. El cubo descansa sobre una losa de hormigón, permaneciendo anclado por su propio peso. Además, una estructura secundaria permite la colocación de los paneles de totora, siendo una composición flexible y viva que permite cambios, reemplazos, diferentes configuraciones y composiciones con otros cubos.
Con el paso del tiempo se empiezan a ver los cambiantes resultados, donde la estructura se comporta de una forma diferente. Los tejidos de totora evolucionan cuando se encuentran en contacto directo con el medio ambiente, la naturaleza y los cambios de ésta. Un interesante reto, especialmente en una comunidad con escasos recursos. Leer más aquí