No es la obra más grande que hemos construido. Estamos razonablemente satisfechos de ella, aunque no lo consideremos nuestro mejor trabajo. Pero, evidentemente, es nuestra obra más conocida, la más reconocida, la más publicada, la más premiada ………… Una serie de circunstancias, más o menos casuales, han contribuido a ello.
El edificio se acabó en el año 2004. No nos habíamos preocupado en difundirlo, ni había sido publicado. Tan sólo se había producido una pequeña polémica local con sectores muy conservadores que entendían que el edificio no era adecuado para el entorno donde se insertaba, próximo a la muralla árabe. Nosotros defendíamos lo contrario, esto es, que el edificio era así porque estaba en ese lugar. El entorno, junto a otras circunstancias, había condicionado el resultado final, considerándolo muy integrado en el barrio, además de haber contribuido a revitalizarlo.
Dos años después, nos enteramos por casualidad que la arquitecta e historiadora valenciana Carmen Jordá, lo había incluido dentro de una selección de obras, para un catálogo de “Arquitectura Española del siglo XX” que se estaba confeccionando. La referida selección de obras llegó a las manos de Zaida Muxí y Josep María Montaner, que preparaban un libro y una exposición para el Ministerio de la Vivienda. Zaida y Josep María se pusieron en contacto conmigo, a través de nuestra común amiga Patricia Reus, viniendo a Murcia a visitar la obra. Además de aportarles documentación, les conté muchos detalles de lo que consideraba un “apasionante proceso conjunto” entre clientes y arquitecto.
El edificio, se rebautizó como CASA CARMELA, en honor de una encantadora niña, hija del cliente principal, que me había acompañado durante mis visitas de obra dominicales y a la que considero una parte importante del proceso, por sus comentarios, preguntas y propuestas que yo tenía en cuenta para mis decisiones posteriores.
CASA CARMELA fue incluida en la exposición y en el libro “HABITAR EL PRESENTE” , que mostraba ejemplos de nuevas formas de acometer el diseño de las viviendas, teniendo en cuenta las nuevas maneras de habitar, las diversas y cambiantes maneras de agruparse. En la exposición se valoraba, en los ejemplos seleccionados, aspectos, como la flexibilidad, la sostenibilidad, la inexistencia de jerarquías entre los diferentes espacios, la accesibilidad………….
El libro fue muy difundido y la exposición se mostró en las arquerías de los Nuevos Ministerios de Madrid. Después, durante varios años, fue realizando un viaje itinerante por toda España y por Latinoamérica. Por todo ello, CASA CARMELA fue mostrada en Barcelona, Sevilla, Zaragoza, Bilbao, Gijón, Murcia, Bogotá, buenos Aires, Lima, Quito …….
Con posterioridad, el pequeño edificio se publicó en diversas revistas especializadas, nacionales e internacionales, en varios libros, siendo incluido en otras exposiciones, de temática diversa, participó en bienales, fue estudiado en varios trabajos universitarios ……… Incluso fue objeto de una reseña muy elogiosa del reconocido crítico Antonio Miranda, otorgándole una muy buena clasificación, junto a obras y arquitectos, con los que nunca había soñado aparecer juntos.
Ahora, doce años después, Carmela, la entrañable niña, está acabando sus estudios universitarios, el edificio ha sufrido algún cambio en el que no he intervenido y para los que no he sido consultado, he padecido alguna denuncia por alguna gotera, que desconozco donde está y algún que otro injusto “sin sabor”, normal en nuestra profesión.
Pero, pese a todo, este edificio habrá representado una de mis mejores experiencias profesionales, además de haberme proporcionado grandes satisfacciones personales.
Por todo ello, hoy quiero compartir el texto que escribí, diez años atrás, para relatar el emocionante proceso de gestación de la flexible obra:
CASA CARMELA
(algunos recuerdos de un interesante proceso)
“….una tarde navideña recibí en mi estudio a una curiosa y peculiar familia, más bien recibí a un “clan”. El patriarca, una entrañable persona, era propietario de un pequeño solar, de aproximadamente 135m2, en pleno casco histórico de Murcia, dentro del recinto amurallado árabe.
Todos querían vivir juntos, a pesar de que ningún miembro del clan entendía la vida de los demás integrantes de la heterogénea familia. Esta circunstancia la comprobé bastante más tarde, con el apasionante proceso ya en marcha.
El clan lo lideraba el segundo hijo, un pequeño empresario que había prosperado bastante en los últimos años. El citado líder familiar manifestaba unas peculiares inquietudes artísticas, pero a su vez estaba muy orgulloso de pertenecer a la cofradía nazarena de más prestigio de la ciudad. Tenía tres hijas encantadoras y una mujer de gran personalidad.
Su hermano mayor era un médico con una vida un poco gris. Para él y su triste familia era la segunda planta. Tenía dos hijos que pertenecían a una extraña sección religiosa que animaba a reproducirse sin freno. Se iban a casar unos meses después, con lo que sus dormitorios podrían ser utilizados para otros usos alternativos.
La hermana pequeña, la más moderna, vivía sola y se dedicaba al diseño gráfico. Parecía no querer salir de la adolescencia, aunque hacía bastante tiempo que la había pasado. Presumía de las divertidas fiestas que organizaba, para las que precisaba un amplio espacio diáfano.
El patriarca era un hombre muy pacífico, con una gran memoria y un apreciable sentido del humor. Siempre estaba de acuerdo conmigo, le dijera lo que dijera, siempre me daba la razón, aunque también se la daba al que le contara lo contrario. Viudo desde hacía bastante tiempo, vivía con un matrimonio ecuatoriano que le cuidaba y daba compañía.
El clan me encargó, a través del hijo empresario, el proyecto de un edificio de cuatro plantas más un bajo comercial para un negocio familiar que tenían desde hace varias generaciones. El proyecto debía contener cuatro viviendas para los tres hermanos y para el padre viudo. El solar permitía muy pocas alegrías, pero ellos querían, además, cuatro viviendas muy distintas entre sí, que además resolvieran, cada una de ellas, muchas circunstancias diferentes.
Independientemente de las diferentes concepciones de la vida que tenían cada uno de los integrantes del clan, que sólo exponían en sus conversaciones privadas conmigo, querían unas viviendas muy distintas unas de otras y además adaptables a cambiantes situaciones.
En algún momento del proceso estuve a punto de desistir del encargo por el gran número de interlocutores distintos que tenía, que hablaban conmigo en solitario, nunca juntos. Sin embargo, afortunadamente, no lo hice, dándome cuenta que si sacaba a relucir mis cualidades de negociador, adquiridas en muchos años negociando situaciones disparatadas con diversos clientes- mis habilidades consistían en dar siempre la razón a todos, simultáneamente. Además, el encargo podría representar una oportunidad única para poner en práctica todo lo experimentado en diferentes concursos en torno a la vivienda flexible y los diferentes y cambiantes modos de habitar.
Poco a poco, el segundo hermano, el miembro del clan que más recursos económicos tenía, se convirtió en el líder familiar. Tenía claro lo que quería, pero la solución que me dibujaba en cuartillas cuadriculadas era justo lo contrario a lo que creía desear. Por otro lado, estaba obsesionado, dada su condición de ilustre nazareno, en tener un gran balcón para contemplar las procesiones de Semana Santa, e invitar a sus amigos a disfrutarlas, además de si pudiera ser, iniciar negocios con ellos. Estaba tan obsesionado con las procesiones que la imagen preconcebida que tenía del proyecto era la de “un gran mirador con un edificio debajo”
Cuando el proyecto fue tomando forma, apareció en escena la mujer del empresario nazareno, muy introvertida, pero con una interesante concepción de la vida, a la que le horrorizaban las tradiciones que apasionaban a su marido. esto generó, innumerables discusiones en mi presencia. Yo opté por seguir a mi aire, dando la razón a todo el mundo y llevando la máxima flexibilidad de las plantas también al exterior.
De la imagen del edificio, solo hablaba con Carmela la hija pequeña del matrimonio, una encantadora niña de doce años, a la que le enseñaba mis dibujos. Mira, le decía, si está tu padre solo en casa, todo el edificio es un mirador hacia la plaza de San Pedro. Sin embargo si está tu madre sola, cerramos el edificio, lo convertimos en un telón y miramos hacia dentro, como en las casas árabes que tanto admiraba. Si están los dos, tenemos este otro edificio y si está todo el clan tendremos hasta catorce edificios diferentes…. Y todo el mundo contento.
Resolviendo, simultáneamente, todos esos deseos contrapuestos, se fue generando el edificio, que se podía vivir de tantas y tan diversas formas. Se fue engendrando el edificio de las “mil caras” que podría ser percibido, a su vez, de infinitas maneras.
De la puesta en valor del entorno, con nuestra propuesta urbana y de los criterios de eficiencia, ahorro energético, sostenibilidad ………, hablaremos otro día…”
El texto precedente lo escribí, como he indicado, diez años atrás, para una revista holandesa que iba a publicar la obra. Por ello, no medí las consecuencias de relatar el proceso con tanta sinceridad. Pero el texto tuvo mucha difusión, fue traducido y llegó a las manos de mis clientes, que no lo entendieron. Se trataba de un relato profesional sobre los procesos de generación de un edificio, pero ellos lo interpretaron de otra manera y me retiraron el saludo …..”Gajes del oficio”.
Curiosa profesión donde tu obra más valorada y reconocida ha servido para perder como amigos a los usuarios que la disfrutan. Pese a todo, siempre les estaré agradecidos……………