¿Es “Amereida, Ciudad Abierta” una experiencia arquitectónica? ¿una intervención sobre el territorio? ¿un poema? ¿una utopía? Creemos que Amereida es todo lo anterior. La palabra que juega con la fusión de La Eneida con una utópica América, es una experiencia colectiva que dura casi cincuenta años. En el año 1967 un grupo de profesores y estudiantes de arquitectura de la Universidad Católica de Valparaiso crearon la cooperativa Amereida para poder materializar sus ideas, para construir pensando y pensar construyendo, para hacer de la vida, el estudio y el trabajo, una unidad.
En el año 1.971 la cooperativa adquiere un terreno de aproximadamente 300 Has, en Ritoque, una brava playa cercana a Viña del Mar, Chile, junto al Océano Pacífico. El terreno de un altísimo valor ecológico y paisajístico está integrado por dunas a ambos lados de la desembocadura del río Aconcagua. El grupo pretendía pensar, proyectar y construir simultáneamente. Desarrollar el aprendizaje construyendo, experimentar haciendo. Construían con sus propias manos, sin apenas usar planos previos, utilizando los materiales más inverosímiles y actuando con una absoluta libertad creativa, aunque siempre tratando de que las construcciones fueran útiles y habitables. Así mismo buscaban actuar sobre el paisaje, poseerlo, transformarlo, haciéndolo habitable. Habitar el pensamiento, habitar las construcciones, habitar el paisaje.
“Amereida, Ciudad Abierta” pretendía ser una comunidad que compatibilizara la vida, el trabajo y el estudio. Además querían ejercer la hospitalidad, constituir y construir un “Parque Costero Cultural y de Recreo”, realizar talleres colectivos que pensaran y ejecutaran las obras que creaban, realizar actividades que relacionaran arte, ciencia y cultura. Y sobre todo experimentar desde la acción. En el día de hoy subsisten muchas construcciones, que reflejan una total armonía y comprensión del territorio.
Las construcciones propician un modo singular de habitar y de interactuar lo público y lo privado, lo efímero y lo permanente. También facilitan el diálogo, la hospitalidad, el saber escuchar al distinto. Las construcciones tienen nombres tan evocadores como: Cubícula del Poeta, Hospedería de la Rosa de los Vientos, Hospedería del Errante, Vestal de los Signos, Jardín del Cenotafio de Bo, Hospedería Colgante… Leer más aquí