La arquitectura es buena cuando es útil, cuando ayuda a solucionar los problemas de las personas utilizando los recursos que se disponen, y se realiza de manera adecuada al lugar donde se implanta y al momento en que se ejecuta. Si la arquitectura es útil, soluciona problemas, cubre necesidades, se adecúa al lugar, utiliza los recursos disponibles, respeta al medio natural, sin duda, será bella, bella porque es útil, bella porque es necesaria.
En estos momentos, con una gran escasez de medios, en lugares remotos y de forma anónima se está realizando muy buena arquitectura. Esta arquitectura, útil y adecuada para las personas y colectividades para las que se produce, normalmente es pensada y ejecutada de un modo participativo, implicándose las personas a las que va destinada, que ven aumentado su sentido de pertenencia a su comunidad.
El ejemplo que hoy compartimos en Canal Fuctura es el de una colectividad seminómada de Etiopía, el “pueblo afar” que construye con madera, o más bien con palos y trozos de troncos, no sólo sus hábitats sino edificaciones para uso colectivo, a modo de equipamientos, en los lugares en los que se instalan.
Estas bellas y útiles construcciones, están en la desértica zona de Danakil, cerca del Mar Rojo, al noreste de Etiopía, uno de los “lugares más crueles del planeta”, por sus altas temperaturas. Están construidas para poder sobrevivir a la dureza extrema del clima. Tienen bien estructurados los espacios que conforman, se relacionan bien las diferentes construcciones entre sí. Algunas tienen elementos simbólicos que las jerarquizan e identifican. Su uso es flexible y cuando se van, las construcciones se desmontan y se trasladan a otros lugares, donde vuelven a ser ejecutadas con las características adecuadas a los nuevos emplazamientos. Leer más aquí